Dormitorio de Fakir [Priv con quien yo quiera ¬¬]

Llevaba bastante rato buscando su habitación y, finalmente, parecía que la había encontrado. Accedió al interior, viéndolo iluminado con velas y un chico sentado en el suelo leyendo un libro. Lo miraba detenidamente, no sabía quien era, por lo que no podía saber que reacciones tendría. Se acercó lentamente hasta donde se encontraba, quería preguntarle algunas cosas y, tal vez, le ayudara a encontrar su habitación, pues era evidente que esa no era.

-Disculpe... creo que estoy perdido... ¿podría ayudarme -se quedó mirándole, esperando a ver que reacción tenía. Quería encontrar su habitación y no sabía donde podría encontrarla. Si tenía suerte, ese chico podría ayudarle. Apretaba los libros contra su pecho fuertemente, tratando de controlar los nervios -Estoy buscando mi habitación... pero no logro encontrarla.

Se mordió ligeramente el labio inferior, tenía miedo a que reconociera su condición y tratara de hacerle algo. Eso era lo que más miedo le daba. Temblaba levemente, tratando de no acercarse demasiado al otro por si le hacía algo. No le había parecido muy buena idea hablarle, ahora se arrepentía pues no sabía como reaccionaría ante su presencia en su habitación.

-Lo... lo siento... -trataba de salir de la habitación, temblándole el pulso para poder coger el pomo de la puerta. No quería que le gritara otra vez como ya había hecho antes. Estaba a punto de conseguir abrir la puerta cuando escuchó las últimas palabras, soltando de nuevo el pomo y haciéndole girar hacia el chico.

Los libros se le cayeron de las manos y sus rodillas no le sostuvieron, cayendo al suelo irremediablemente. Cubrió sus ojos con las manos, tratando de olvidar que esa condición no hacía más que traerle problemas.

-No deberías hablarle así a alguien a quien acabas de conocer… es más fácil que seas amable -no le había sentado nada bien que le reprochara su condición y, mucho menos gritándolo.

Se le quedó mirando asombrado. ¿Cómo se atrevía a decirle eso? ¿Qué fingiera que no le dolía? Eso era demasiado pedir para él. Desupués de todo lo que había pasado antes de entrar allí no le era posible fingir aquello.

-Eso es algo despreciable, insultar a los que son más débiles... -¿por qué estaba discutiendo con ese chico? Tendría que haberse ido cuando había tenido oportunidad. Aunque... ahora que se fijaba bien, ¿por qué no tenía cama? ¿La había olvidado? -¿Y tu cama? No deberías estar en el suelo, te enfermarás.

Eso había sido un cambio bastante brusco de tema, pero no importaba. Solía ser así, no quería seguir con un tema que le molestaba.

No entendía porque ese chico lo trataba así, ni siquiera le conocía. Se acercó hasta él y alzó la mano para abofetearle. No iba a consentir que le tratase como a un ser inservible. Abofeteó su rostro, mirándole con furia. No le iba a permitir aquello, no señor.

-No vuelvas a insultarme ni a hablarme de ese modo, no seré tan fuerte como los demás... pero mi condición no me permite serlo... -había hablado de más, se cubrió la boca, alejándose de él. No podía permitir que viera el miedo que eso le había provocado, el decir esas palabras podían ser su perdición.

Su espalda acabó por chocar contra una pared, mirándolo con algo de temor por lo que pudiera hacerle si descubría su condición. Intentaba actuar con normalidad, pero le era imposible debido a su forma característica de ser.

Llevó una mano a su mejilla cuando sintió la bofetada. ¿A qué se refería con que no era suficiente para que lo dejaran en paz? Parecía que estaba a punto de averiguarlo, peor no podía permitir que algo pasara. Cuando le abrazó, sus mejillas se colorearon fuertemente, además desentirse por demás incómodo.

-Su-suéltame... -estaba asustado, si se daba verdadera cuenta de cual era su condición, no quería ni imaginar las barbaridades que podría hacerle. Tenía miedo y eso era bastante evidente en su mirada. No quería que le hiciera daño... tenía miedo de que tratara de forzarle o algo peor.

Sus palabras le asustaron pero cuanod hizo aquel comentario, su ira volvió a aparecer. Lo empujó fuertemente, cubriendo sus ojos con dolor. ¿Po qué tenía que ser así con él? No le había hecho nada para que se burlara.

-No te burles... -se acercó hasta él de nuevo y le quitó lo que fuera que estaba haciendo para que le tomara atención por una vez. Estaba enfadado con él -¿Por qué me hablas de ese modo? No tienes derecho a hacerlo.

Tenía el cuadernito detrás de su espalda, bien sujeto por si trataba de quitárselo. Antes tendría que acceder a hablar con él, explicarle por que se comportaba de ese modo con él cuando no le había hecho nada malo.

No se esperaba esa reacción, no había tenido intención de mirar el contenido del cuaderno, era algo que no le incumbía. Estaba asustado, sus ojos se aguaron, temblando visiblemente y, dejando el cuaderno en el suelo, se transformó en una cría de lobo. Sus orejas estaba gachas y su cola se enroscaba en su cuerpo para protegerse. Suaves hipidos abandonaban su garganta.

Se pegó contra la pared, mirando con verdadero terror al león. No quería que le hiciera daño. Pasaba su patita por los ojos, tratando de que no se le nublara la vista. Miraba al león con temor, intentando pegarse más a la pared.

Tenía la cara vuelta a la pared, no se atrevía a mirar al chico que le había atacado por un simple cuaderno. Lamía sus patitas delicadamente, tratando de quitarse el nerviosismo para poder volver a su forma humana y marcharse de allí.

Poco a poco recuperó su forma humana, levantándose del suelo y sosteniéndose de la pared con las lágrimas aún presentes en sus ojos. Miró al mayor un instante, antes de dirigirse hacia la puerta sin decirle nada. Al lanzarse sobre él le había lastimado un poco con su peso, pero nada grave, salvo unos cuantos moratones que le saldrían en un par de horas.

Cuando al fin tuvo la mano en el pomo, su brazo se resintió, parecía ser el lugar más dañado. "No me vas a hacer daño... pero ya lo hiciste... ", pensaba en eso mientras trataba de abrir la puerta con mano temblorosa.

-Déjame en paz, preocúpate sólo por tu estúpido cuaderno... total... ¿qué te importará a tí... si me pasa algo? -las lágrimas salían de sus ojos, manchando sus pálidas mejillas. Logró abrir la puerta y, a pesar de la linda melodía que estaba tocando el mayor, no pensaba quedarse allí más tiempo.

-Ya te dejo... tranquilo... disfruta... tu soledad -se sentía realmente mal, sólo quería llegar a su cuarto, tumbarse en la cama y llorar para desahogarse completamente. ¿Por qué tenía que ser tan cruel con él? No le había hecho nada malo, solo había buscado que le prestara un poco de atención.

Cerró la puerta tras de sí, dejando que las lágrimas comenzaran a bañar su rostro. Estaba claro que allí no iba a encontrar a nadie que supiera entenderle. ¿Por qué no podían entender que se sentía solo y necesitaba a alguien que le protegiera?

-No importa... a nadie le importa lo que me pase... ¿qué más da si se ponen más rojos? -¿a quién le iba a importar un chico como él? Seguramente, nada más conocieran su condición, lo único que querrían de él es que llevara sus crías.

No quería ser sólo eso, quería que alguien le quisiera... tener una vida normal y no estar en constante peligro por ser un procreador. Trató de secarse las lágrimas por sí mismo, alejando el rostro del mayor, no quería que le tuviera compasión.

-Sólo... sólo sirvo... para tener crías -lo había dicho, pero ya no importaba. No sabía se podría soportar estar allí más tiempo. Pensó en la única persona que le ayudaría en aquel lugar, al menos tenía a alguien... pero eso no sería para siempre.

-No quiero tu compasión... déjame en paz... me cuidaré yo solo... como siempre... -se alejó del mayor y se levantó, no quería que mostrara compasión por su persona, eso le sentaba muy mal y le hacía parecer débil. No quería eso, no quería parecerle débil a nadie -Vuelve a tocar el piano, ya llegaré yo solo a mi habitación.

Llevaba la cabeza gacha, pues cuando al fin conocía a alguien resultaba ser una persona fría e indiferente. Tan sólo quería llevarse bien con alguien, tener algún amigo... Pero nadie quería ser amigo de un chico tan débil y frágil. Se secó las lágrimas con la manga de su jersey.

-Siento haberte molestado -se disculpó igual que había hecho al principio y le dio la espalda, tratando de contener el temblor de su cuerpo y sus sollozos para guardarlos hasta que llegara a su habitación y nadie pudiera decirle nada por llorar.

-Haz lo que quieras... -siguió caminando, tratando de alejarse del mayor para no sentirse tan extraño. Por alguna razón la presencia del mayor le alteraba. Caminaba lo más rápido que podía, pero el mayor era más rápido que él y, estando a su lado, le preguntó su nombre -Ryusei Okanawa.

Lo miró de reojo, no se atrevía a mirarle directamente a los ojos pues se turbaba. Además, se sentía atravesado por sus orbes violetas. En ese momento dudaba entre preguntarle su nombre completo o dejarlo pasar; finalmente su curiosidad lo venció.

-¿Y tú? ¿Cómo te llamas? -la pregunta fue hecha con inocencia, no es que quisiera molestarle ni nada por el estilo. Además, siempre le había parecido una falta de respeto no corresponder con la misma pregunta e interesarse del mismo modo por la otra persona.