De pie permanecía aquel joven de negra coloración de cabellos, revueltos en ondas salvajes que dirigía el viento en aquel momento. Observaba al felino que deambulaba cual animal enjaulado, de un lado para otro como si deseara decir algo. No obstante, el reptil se mantenía serio, parco, reacio a cualquier contacto, a cualqier charla. Silente como la sombra que se cernía ante sus pies, la misma que el sol intentaba hacer perecer.
El hombre hablaba de buscar, él no le comprendía muy bien, tal vez se refería a salir de caza, tal vez estaba completamente equivocado, después de todo no le conocía hasta aquel momento de reunirse fortuitamente en la catarata.
Suspiró, el viento trajo consigo calidez que provocó sonrosar aquella piel expuesta, la de sus mejillas y manos, parte del cuello delicado, dispuesta como fruta madura la yugular a cualquiera que desease beber del rojo caudal.
Inclinó la cabeza una vez que el otro se acercara, notando la suave voz, casi aterciopelada, la que se despedía apropiadamente para ser un hombre algo impulsivo en apariencia. Se había equivocado tal vez, aquel era de respeto, tanto que le dejaba a solas para que dejase de estar molesto.
Observó el deambular del hombre un tanto extrañado pues no se percataba del dolor impuesto en el cuerpo ajeno. sus ojos a penas se movían observando la silueta que deambulaba serena mientras se alejaba del dragón.
Éste se desplomó en el suelo una vez que el anterior desapareciera y se recostó como pudo sobre la hierba, el sol le daría la vitalidad que necesitaba luego de un merecido descanso después de una comida tan buena. La cebra, había sido un buen presente, ahora sólo bastaba digerir dicho alimento tan lucrativo para su vientre.