Pasión por cazar

Ese día era extraño, no sabía porque pero había tenido la necesidad de ir al lago. Dada su frágil condición ir solo era un peligro, pero no podía hacer nada más. Su apariencia era la de un cachorro de lobo, aún no mostraba una apariencia más adulta o eso era lo que pensaban. Corría por entre los arbustos hasta que llegó al lago, encontrándose una imagen que no esperaba ver en aquel lugar.

Un enorme tigre, devorando a un cervatillo. Se encogió sobre si mismo y comenzó a acercarse con lentitud, manteniendo las orejas agachadas y el rabo escondido. No tenía hambre, pues venía del comedor del instituto, pero si buscaba un poco de calor y tal vez ese tigre pudiera ofrecerle un poco de eso.

Llegó hasta su lado, dando suavemente con su patita en el lomo del animal. Estaba seguro de que era uno de los profesores, por eso esperaba que no le negara su ayuda. Daba pequeños golpecitos, esperando a que en algún momento le prestara un poco de su atención.

Sus orejitas se alzaron al comprobar que tenía el permiso del otro para situarse entre sus patas, acurrucándose entre ellas. Le había hecho tanta falta ese calor que sólo un adulto podía dar. No tenía a sus padres para tal cometido, por eso había salido a buscar. Se sentía indefenso ante la inmensa masa que era el tigre, pero al menos por ese día no iba a ser el enemigo.

Dio lamiditas rápidas a la pata del tigre, agradeciéndole su amabilidad y recostando la cabecita en ella. Ese calorcito que comenzaba a invadirle era muy agradable. Para poder hablarle tendría que volverse humano, pero no deseaba abandonar esa forma, no podría estar tan cómodo entre las patas de su profesor.

Su colita comenzó a agitarse alegremente, era la primera vez que un animal de otra especie era tan bueno con él. Eso le agradaba, por lo que comenzó a jugar entre las patas del tigre, mirándole de vez en cuando y aullando débilmente a modo de risa.

Estuvieron entretenidos un rato hasta que el felino comenzó a lamer su pelaje, gruñía débilmente con satisfacción, sintiéndose estupendamente bien con esas atenciones. Cuando acabó, le vio encaminarse al lago siguiéndolo con la mirada. Entró a él como felino, pero mostró su rostro humano poco después. Con cautela, se encaminó también al lago... metiendo sus cortas patitas. No estaba muy profundo, pero su pequeño cuerpecito lo resentía.

Al emerger, mostró ante el mayor su rostro. Cabello blanco y ojos de un extraño color rojo le miraban directamente, con la pálida piel algo enrojecida en las mejillas. Sonrió tímidamente al mayor, alejándose un poco de él para nadar por el agua.

-Encantado... soy Ryusei Okanawa... supongo, que es profesor del centro ¿no? -lo miró un poco dudoso, pues no estaba seguro. Se había acercado pensando que sí, pero como no los conocía a todos aún no podía asegurarlo. Se acercó de nuevo hasta él, alzándose un poco para besar su mejilla dulcemente -Gracias por cuidarme... a pesar de no conocerme.

-Pues... yo... salí a dar un paseo y acabé aquí por casualidad. Estaba... buscando la salida -miró aún más sonrojado al mayor, pues no se había esperado que le tratara de ese modo. Se sentía bien entre sus brazos, siempre y cuando no tratara nada más allá de lo permitido. A él también le encantaría volver a repetir lo ocurrido momentos antes, por lo que le sonrió con timidez -. Me encantaría... volver a disfrutar... de una tarde... tan agradable... como ésta.

Apoyó la mejilla en el hombro del mayor, cerrando los ojos con confianza. Su cuerpo también se encontraba desnudo y lo peor era que no tenía ropa cerca. Comenzaba a sentir frío, pues el frío del agua con el viento que corría en el lugar no era la mejor convinación -Profesor... ¿tiene algo con lo que podamos cubrirnos? Comienzo a tener algo de frío y no tengo ropa aquí.

Se apretó un poco más contra el cálido cuerpo del mayor, buscando recibir su calor para no enfermar. Era bastante delicado y su condición no ayudaba demasiado. Era lo que peor llevaba, el ser tan frágil y delicado le solía meter en problemas con otros animales más grandes y fuertes que él.

Sonrió ante las palabras dichas por el mayor, a él también le había alegrado perderse al buscar la salida. Observó a su profesor con las mejillas rojas, suspirando aliviado cuando le vio volver con algo de ropa puesta. Al coger la camiseta se dio cuenta que sería más que suficiente para cubrirse. Se la colocó, sonriéndo tímidamente al acercarse al mayor.

-Profesor... el pantalón no es necesario -se lo entregó de nuevo, mirándole con un tierno sonrojo en sus mejillas. Al preguntarle si tenía hambre, negó rápidamente con la cabeza. Había comido antes de salir al bosque -. Comí en el comedor antes de salir a dar el paseo.

Intentaba recordar donde había dejado su ropa, en qué momento se había transformado pues de otro modo no lograría encontrarla. Después de unos minutos pensando, sonrió ampliamente y llamó en el brazo a su profesor.

-Recuerdo donde dejé mi ropa... si me acompaña... podré devolverle... su camiseta -no podía quedarse con la prenda, era de su profesor y no estaba bien que se la quedase él bajo ningún concepto. Ni siquiera por ser necesario para no enfermar.

-Sí... es por aquí -comenzó a guiar al mayor por el lugar, tratando de no perderse por el camino. Sin embargo, la pregunta formulada por el mayor le hizo detener su andar, bajando la mirada con algo de tristeza -. Soy un alumno del centro y... vivo allí... no tengo nadie que vigile si salgo o entro.

Siguió caminando, sabía que era peligroso ir sólo, pero no había podido evitarlo, estaba en su época favorita, cuando las hojas de los árboles estaban de color rojo y caían al suelo, siendo olvidadas por todos.

-Sé que... dada mi condición no debería ir solo... pero es que no había nadie que pudiera venir conmigo -caminaba con la cabeza gacha, entristecido por lo que acababa de decir. No podía pedir a los profesores que estuvieran todo el día con él, pues entonces estaría acaparando toda su atención.