¿Por qué el más alto? *Libre*

A penas y había logrado tomar el ascensor gracias a que otro alumno se había dignado ayudarle. No iba con bastón pues no era de su agrado, ni mucho menos utilizaba los típicos lentes oscuros para ciegos. No, no les necesitaba. Estaba seguro de que las personas se darían cuenta de su ciegues al notar la claridad de sus ojos, además de que no les miraría al hablar.

Al llegar al piso, se acercó hasta la pared para tocarla con la yema de sus dedos y así avanzar por el pasillo. El problema ahora sería encontrar el número de su habitación. Se suponía que era la 305, solo que ahora no tenía idea si comenzaban los números desde el 300 o al revés... Tampoco tenía noción de la magnitud del pasillo, por lo que era una especie de aventura que debía pasar, más aun por que debía tocar la parte alta de las puertas para verificar el número. No, no era difícil, pero debía tener cuidado por donde iba, no vaya a ser que se llevase una mesilla por delante o algo aparte.

Tomó aire y se encaminó, procurando detenerse frente a las puertas para verificar bien los números, y continuó esperando encontrar rápidamente su habitación, así podría descansar un poco. Era estresante llegar a un sitio nuevo como aquel.

Las puertas de doble hoja del ascensor se cerraron frente a los ojos verdes de Spencer; no había perdido mucho tiempo al volver de la playa; directamente, y con una sonrisa divertida en su rostro, se había encaminado a su habitación; la misma que había tenido durante sus tres años en la Academia.

Era bien consciente de que estaba ausentándose a una de las clases, y por consiguiente, también estaba al tanto de la sanción que podría llevarse.

-Tarde para lamentarse, Kyle. –masculló para sí mismo al observar su reloj de pulsera…Y comprobar que, irremediablemente, el día se le había pasado demasiado rápido. Hizo un mohín de molestia frunciendo sus labios, acomodando el atril y la mesa plegados que llevaba bajo su brazo. Al llegar al tercer piso, la prisa del muchacho pelinegro se había desvanecido, por lo que al abrirse las puertas del elevador salió a paso tranquilo.

Dobló por el pasillo que correspondía a la sección de habitaciones que abarcaba desde el 300 a la 310; concentrado de antemano en encontrar su número, 307, poco le faltó para chocar contra la delgada figura que se encontraba junto a las puertas.

Palpándolas, para ser precisos; Kyle frunció el ceño de forma pensativa, captando la nueva esencia que hallaba mientras su mirada se centraba en la cabellera albina del muchacho. Carraspeó con suavidad, procurando llamar su atención sin sobresaltarle demasiado.
-¿Puedo ayudarte? –inquirió luego con tono formal.

No era tan fácil como creía, era la primera vez que buscaba una habitación en un pasillo como ese, no por que fuera largo, sino por que había muchos obstáculos que esquivar. Si es que no se los llevaba en cuanto diera un paso...

Acababa de pasar por la 302 tras haber saltado desde la 300. ¿Estaba haciéndolo bien? Acaso... ¿las puertas se intercambiaban estando una frente a las otras? Vaya mala suerte. Al parecer tendría que cruzarse cada en tanto para verificar que sea así. De no serlo acabaría por marearse o simplemente perderse. ¿Habría más pasillos?

En cuanto cruzó para tocar la tercera puerta, un carraspeo leve le llamó la atención, provocando que su rostro se ladeara a penas, advertido de una presencia en aquel mismo lugar. Oh... un felino... Su piel se erizó ligeramente al oírle hablar, pero se mostró con tranquilidad, girando su rostro suavemente antes de sonreírle. -"Ah! H-hola"- Saludó con cierta timidez algo sobresaltado por que le hablaba a él. Sus ojos al girar, se mantuvieron...¿fijos en su pecho? Bueno, claramente al no ver, sus ojos siempre se mantenían de la misma forma.

-" Si podrías ayudarme"- Asintió calidamente -"Estoy buscando mi habitación, es la 305 "-

Sus ojos se pasearon por el agraciado rostro del chico albino cuando se dio la vuelta, estudiando los afilados y atractivos rasgos que relucían al estar enmarcados por su piel blanca y sus níveos cabellos.

-Por supuesto –replicó con tono calmo. Como era en él costumbre, incluso en su forma animal, al conocer a alguien, buscó la mirada del muchacho con la suya; al tener el rostro inclinado un poco hacia abajo, tardó unos momentos en reconocer aquel característico tono apagado y blanquecino que teñía aquellos ojos que tiempo atrás habían sido brillantes orbes azules; asintió un par de veces para sí mismo al entender lo que antes le había parecido curioso.

-Es por aquí –extendió una mano y la posó sobre la de blanca piel del otro muchacho, que se hallaba sobre el marco de una de las puertas cerradas. Aferró con gentileza los delicados dedos y caminó un par de pasos, cruzando el pasillo, hasta la habitación indicada.

-Aquí es –alzó su mano que sostenía a la del muchacho y le hizo palpar el número sobre el marco; dejó que la sonrisa se lograra oír a través de sus palabras, usando un tono amable y gentil.- Habitación 305.

Ah... que alivio. No solía pedir ayuda para cosas como esa, pero al ver que se ofrecía abiertamente, no se negó a ello; por contrario lo aceptó con una sonrisa tranquila, moviendo a penas su cuerpo para acomodarse bien frente suyo. Por unos momentos se sintió demasiado observado, no era raro, pero sí le incomodaba un poco. De todas formas no borró su sonrisa, y dejó que aquel gentil muchacho le guiara con su mano.

-"Bien"- Asintió a sus simples palabras, acomodando su morral en su hombro antes que nada.

Caminó despacio, confiado de que el otro no le guiaría por un lugar donde podría tropezar fácilmente. Era muy amable de su parte. No todos le ayudaban pues no sabían que era ciego. Era cuestión de pararse a contemplarle para notar aquel sutil dejo de brillo sobre sus ojos para darse cuenta de ello. Pero como decía siempre. Estaba acostumbrado.

Al detenerse, siente que alza su mano, un gesto ideal para saberse ubicar, y tras tocar el numero y escucharle decir la obviedad, Nieve sonríe dulcemente. Había sido más rápido de lo que esperaba, y se lo agradecía infinitamente. -"Gracias..."- Musitó suavemente. -"Muchas gracias en verdad. Me has salvado de pasar toda la noche buscando la habitación"- Comentó tras reír un poco y buscar la perilla de la puerta. -" ¿Podría saber tu nombre? Yo... soy Nieve. "- Dijo estirando su mano tras abrir la puerta para saludarle como lo haría cualquier persona, solo que no ubicaba la mano ajena.

Una sonrisa lenta se extendió por su rostro al escuchar el comentario dicho por el muchacho en son de broma; aquello de alguna forma le agradaba. Muchas personas usaban alguna incapacidad como un arma para conseguir ciertas cosas; incluso para, y de sólo pensarlo una mueca de desprecio tildó su rostro, dar lástima o algo parecido.

El muchacho albino parecía ser la milagrosa excepción. Obviando la tonalidad cristalina de sus ojos, no había ningún rasgo u objeto que denotara su ceguera; aquello debía denotar un carácter fuerte a pesar de la suave voz con la que hablaba, y una independencia admirable. La risa delicada que siguió a aquellas palabras que había dicho resultó como un suave cántico que Kyle escuchó con gusto.

Sus largos dedos de pianista envolvieron la delicada mano nevada y dio un apretón delicado; sonrió al escuchar aquel peculiar nombre y notar la obvia semejanza que había entre palabra y dueño.
-Ha sido un placer…Nieve. –Pronunció con delicadeza y agrado el nombre nuevo para él, y procedió a presentarse- Mi nombre es Spencer.

Quizás si no le hubieran acogido probablemente en esos momentos no estaría vivo, o puede que estaría mostrándose necesitado, con aquellos típicos instrumentos que utilizan las personas ciegas, además de pedir ayuda todo el tiempo.

No, él no era así, y esperaba que al terminar completamente de controlar su aura el poder valerse completamente por cuenta propia. Ahora lo hacía, pero aun le costaba manejarse solo en ciertas cosas, como hallar direcciones y demás. Era por ese mismo carácter que su aura estaba bastante controlada, lo suficiente como para no perder el control a la hora de ¿Procrear? Oh vamos... a quién engañaba? Nadie querría un ave que no puede volar por ser ciega. Y él lo aceptaba, por algún motivo nació así, ya lo había aceptado hacia un buen tiempo.

Su sonrisa cálida se amplió un poco más al notar que le tomaba la mano y la estrechaba su mano delicadamente en un saludo típico -" Spencer? Es la primera vez que le oigo"- Comentó encantado por escuchar su nombre. -" Disculpa las molestias Spencer, agradezco que me hayas ayudado. Quizás luego si quieres podría ayudarte en lo que necesites "- Asintió gentil, ladeando su cabeza cuando palpó con su mano el marco de la puerta y revisar la longitud de esta. -"Ahora... si me permites, iré a explorar mi habitación. "- Acotó tras caminar unos pasos torpemente hacia dentro.

Esta vez sería cuestión de acostumbrarse a la habitación. Al ser nueva le costaría un poco, seguramente se tropezaría varias veces, pero ya luego iría bien. -" Por cierto... ¿Tú tienes habitación aquí? "- No quería ser molesto, pero ante alguna urgencia podría ir a buscarle, o para preguntarle alguna cosa que necesite.

-Descuida –replicó, descartando al instante las disculpas de Nieve con su tono amigable y despreocupado- No ha sido una molestia en absoluto.

Encantado al notar la sonrisa ampliada del chico, dejó que soltara su mano; mas siguió sus movimientos con aquella atención expectante tan característica de su personalidad.
Y de su especie, claro está. Dio un par de pasos hacia atrás, apartándose un poco hasta quedar a la par del marco de la puerta; cruzando los brazos sobre el pecho, recostó el hombro derecho contra la estructura de caoba.

-Te resultará cómico –objetó ante su pregunta, sonriendo de medio lado mientras continuaba- Mi habitación es la 307, o sea...Tu puerta vecina. –Tomó el atril y mesa plegados que había dejado sobre el suelo mientras conversaba- Da un golpe a la pared junto a tu cama si puedo ayudarte en algo –una leve risa baja salió por entre sus labios al comentar aquello, puesto que realmente podría escucharle si Nieve hacía eso; al estudiar la fisonomía del cuarto, no muy diferente al suyo, en cuanto a muebles se tratase, descubrió que efectivamente la cama que sería de Nieve estaba junto a la misma pared en la que la suya, del otro lado, se apoyaba.

Tomó nuevamente la nívea mano del halcón, como había hecho en un principio unos momentos atrás, y estrechó los finos dedos con delicadeza entre los suyos.

-Fue un placer, Nieve –dijo entonces como despedida con el tono más suave de su voz. Luego le soltó con lentitud y se encaminó unos pocos centímetros hasta la puerta próxima, sacando la llave del bolsillo trasero de sus pantalones, girando la cerradura y entrando en la habitación número 307.

Era curioso como su voz era profunda, pero a su vez juvenil y clara. Le agradaba bastante escuchar sus palabras fluidamente a través de su boca. ¿Oh? Bueno... no era raro que se fijara en ello, después de todo no tenía la posibilidad de verle el rostro. A veces se preguntaba cómo era aquello de amor a primera vista. ¿Cómo sería para él que no podía ver? Era una curiosa cuestión, pero bueno, era irrelevante.

Al volver en sí, escuchó sus palabras con atención, sorprendiéndose más que nada. -"¿En verdad?"- Entreabrió los labios algo atónito por lo dicho. ¿Tanta casualidad podía tener? Hubiera creído que aquel chico fue puesto en su camino a propósito para ayudarle. ¿Sería así? Tras reaccionar rió con cierta ironía, negando suavemente con su cabeza.

-"¿Un golpe? Mmm... de acuerdo, espero no te moleste"- Agregó luego, tras inclinar un poco su cabeza como saludo al escucharle una vez más. -"Un placer igualmente!"-

Al despedirse se apresuró a ingresar, no sin antes fijarse con cuidado el inicio de la habitación, reconociendo la mesita de luz, algún que otro mueble, aunque cuando quiso avanzar (Y sin imaginarse que habría un mueble en ese sitio), se tropezó, haciendo caer aquella cosa junto a lo que iba encima de esta (que para colmo, era de vidrio), provocando un sonido fuerte, a parte de que obviamente, aquel objeto se rompió en varios pedacitos, lastimándole un tanto las manos cuando quiso levantarse.

Ngh... por qué tenía que estar ahí... Meditó adolorido, lamiendo sus manos para buscar algún vidrio pequeño. Aquello sería algo complicado de limpiar, pero lo haría sin necesidad de llamar a alguien. Solo esperaba no lastimarse de más...

No había pasado mucho tiempo desde que había entrado a su habitación hasta que tuvo que salir de nuevo. Había cerrado la puerta y dispuesto sus materiales de pintura sobre la cama; procedió a acomodarlas luego de abrir de par en par las persianas de dos hojas de su ventana, y descorrió las cortinas.

Había terminado de guardar las cosas en su armario cuando escuchó aquel desagradable estruendo de vidrios rotos, en algún lugar muy cercano a su habitación. Frunció el ceño y se asomó por la ventana, esperando ver allí la causa del ruido.
El chirrido de una cómoda siendo empujada le llamo la atención; soltó un gruñido bajo al comprender y salió de su cuarto como alma que lleva el diablo.

No había mucho para ver en la puerta vecina; se hallaba entornada y apenas se escuchaba sonido del otro lado. La abrió con cautela, y apenas entrar descubrió la causa del problema en el reguero de brillantes trocitos de vidrio desperdigados por la alfombra que rodeaban a Nieve; agradeció que las suelas de sus zapatos fuesen gruesas y volvió a su cuarto.

Regresó unos instantes más tarde y dejó sobre una mesita pequeña el botiquín que había sacado de su cuarto. Se acercó con lentitud al chico, que aún se hallaba casi en el suelo, procurando no sobresaltarle.

-Nieve, no te muevas –le advirtió con voz clara, inclinándose sobre él y tomándole por la cintura; con facilidad, pasó un brazo por debajo de sus muslos y lo alzó en volandas sin esfuerzo alguno, llevándolo hasta la cama para sentarle en ella. Tomó en el camino el botiquín y le apartó las manos lastimadas del rostro.

-No hagas eso –le reprendió con suavidad, limpiando las pequeñas gotitas de sangre que resaltaban en la blanca piel de su mentón con el puño de su propio jersey. Le dio vuelta las manos, dejando sus palmas hacia arriba y habló con voz que rezumaba dulzura- Quédate tranquilo y déjame curar esto.

Aquello no se veía nada bien, sentía como la mano sangraba levemente mientras que él, de alguna forma intentaba sacar los pedacitos de vidrio que tenía dentro suyo. Era complicado, por eso se lamía, pues temía que al tocar con sus dedos, podría llegar a meter aun más el vidrio en su interior, y realmente no quería eso. Si en esos instantes dolía, no se imaginaba si aquel trocito punzante se hallaba en lo profundo.

Si no sacaba aquel trocito entraría en pánico pues definitivamente no le gustaba el dolor. Recién cuando creía haberle encontrado, la voz del otro muchacho le hizo sobresaltar ligeramente, quedándose estático al oírle. ¡Qué diablos hacía allí! Bueno, agradecía una vez más que fuera a su 'rescate', pero aquello ya era demasiado!
Además... no había sentido la puerta para nada ¿Tan sigiloso er--.... Sí, olvidaba que era un felino, estos eran más que sigilosos.

-"S-Spencer qué...."- ¡No me levantes! La voz resonó dentro de su mente justo cuando el mayor le cogió en brazos para acomodarle sobre la cama. Era angustiante, si no podía resolver aquello por su cuenta, nunca podría ser completamente independiente. Pero, por alguna razón no dijo nada, solo se mostró avergonzado, con un ínfimo colorete sonrosado sobre su blanquecina piel. No, no le era agradable parecer una 'doncella necesitada'...

¿Acababa de reprenderle? Aun más sonrojado ladeó la cabeza. Parecía que el destino se estaba burlando de él o algo semejante. Definitivamente odiaba dar lastima, o parecer un discapacitado por su ceguera. Por eso sentía una opresión en su pecho. -"N-no tienes que hacer esto"- Musitó sin moverse. Estaba tranquilo, pero ya había tomado mucho tiempo del felino ser, eso le incomodaba un poco. -"Lo siento... Sabía que era torpe, pero no tanto."- O simplemente no esperaba que pusieran un mueble en tan mal posición. Al menos para alguien como él.

Simplemente hizo total caso omiso de las murmuradas quejas del menor; se le daba muy bien no escuchar a las personas cuando se le antojaba o lo consideraba necesario. Se sentó en el suelo, frente al menor, levantando la tapa del botiquín que ahora tenía a su derecha apoyada en el suelo. Tomó una pequeña pinza y comenzó a retirar con paciencia los pequeños cristalitos que se habían enterrado debajo de la nívea piel, abriendo pequeñas heridas sobre toda la palma de las que escapaban finos hilos de sangre.

-No eres torpe –replicó inmediatamente ante las últimas palabras de Nieve; con el ceño fruncido, limpió la sangre con un pequeño paño de algodón y continuó con su minuciosa tarea, esta vez en la otra mano- A quién se le habrá ocurrido poner ese mueble tan cerca de la puerta.

Luego tomó unas gasas y vendó puntillosamente ambas manos, de forma que Nieve pudiera moverlas sin problemas, pero manteniéndolas protegidas hasta que sanaran. Luego de su silenciosa y diligente tarea, frotó ambas manos con suavidad, primero una y luego otra entre las suyas hasta que recuperaron su calidez y movilidad. Sonrió levemente al terminar, satisfecho con el resultado, y alzó sus ojos verdes hasta el rostro del albino, limpiando una gotita carmesí que permanecía en su mejilla.

-Apuesto a que ahora te alegras de que no te haya hecho caso –comentó con tono jovial- Habría sido bastante desagradable quedarse con todas esas heridas abiertas.